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miércoles, 2 de febrero de 2011

El misterioso salvador de Sikanda.

Una hermosa mujer corría bajo las sombras de los frondosos árboles, en una noche clara y despejada. Aunque a ella le hubiera gustado que fuese oscura y tormentosa, para así poder escapar con gran facilidad…
-¡Cogedla! ¡no dejéis que escape!- Gritó un hombre, vestido con una sotana cristiana -¡La hereje se escapa! ¡Cogedla!
-¡Bruja! ¡Hereje! – Gritaban las personas que seguían a la hermosa mujer. Portaban antorchas, e incluso algunos iban armados con ballestas, lanzas y espadas. La joven les oyó, y apresuró el paso, arremangándose la larga falda de su suntuoso vestido.
-¡Morirás en la hoguera por no seguir la doctrina de nuestro Señor, aliada del Demonio! –De repente, ella se paró en seco: “Demonio”. Ella, aliada del Demonio… aquello la enfureció, y se quedó donde estaba. No la iban a encontrar si ella no quería.
-Estúpidos… Yo, aliada del demonio… no saben lo que dicen – Se indignó en voz alta, mientras relajaba su expresión de crispación en su rostro. De pronto aparecieron algunos de los aldeanos que la perseguían, pero parecía ser que no la detectaban. Ella estaba completamente a la vista, y aún así, ellos no la veían.
-¿Dónde está?-Preguntó el más joven.
-No lo sé… yo la vi entrar por aquella espesura…
-Pues vamos por ahí- Gruñó uno, apartando de un empujón a los que tenía cerca – Esa mujer va a saber lo que es bueno antes de que la quemen. – Se relamió- es bastante hermosa…
-¡ES UNA BRUJA!- Dijeron algunos con cara de asco. El resto de los aldeanos empezó a murmurar, y aquél hombre volvió a gruñir:
-Pero bueno, ¿Le damos caza o no? Yo no espero a nadie...-Y se internó en el bosque. Los aldeanos, dudosos, le siguieron. Ella lo había oído todo. Y se precipitó en la huida. Atravesó espesuras de setos, arbustos, se enganchó en unas zarzas, pero a ella no le importó hacerse daño. Ese hombre no era humano…
-Tengo que irme de aquí rápido…-Se dijo para sí misma, mientras corría por un maltrecho sendero del bosque – Si me encuentra, puedo darme por acabada… ¡AH! Gritó y se detuvo en seco, al ver aparecer un enorme perro, de aspecto fiero e infernal, que le cortaba el paso y la miraba a ella con unos ojos hostiles. Ella dio media vuelta, y echó a correr. El perro la siguió a ella.
-¡N…No! ¡Me ha olido! – El perro saltó ágilmente y hundió los colmillos en el brazo derecho de la mujer. Ella gritó de dolor y tiró del brazo, desgarrándose de los dientes del perro y haciéndose aún más daño. Una risa orgullosa resonó en el ambiente. El perro de repente se quedó manso y dócil, y se dirigió hacia el lugar donde provenía la voz. Era el mismo hombre gruñón. Tenía la mirada despiadada y cruel, los cabellos negros y largos, y con una horrorosa expresión de avidez en el rostro. Vestía francamente bien para ser una criatura horrible. Sus gruesas manos terminaban en unas enormes garras amarillas, con aspecto de estar podridas. En su sonrisa se apreciaban unos dientes amarillos y afilados, y su lengua bífida se relamía mientras contemplaba a la asustada joven, que se agarraba el brazo sangrante y se rebullía del monstruo.
-Vaya, vaya…- El monstruo avanzó unos pasos, y ella los retrocedió. – Te he encontrado antes que los estúpidos esos de la aldea donde vives. No tengas miedo… - Siguió diciendo mientras avanzaba. – No te voy a llevar con ellos para que te quemen. Te llevaré con los míos, para que puedan divertirse contig… ¡aah!- Un dolor agudo le impidió terminar. La joven le había hechizado para que no se pudiese mover -¡Maldita bruja! ¡Cógela!- Uno de sus perros avanzó y se dirigió hacia ella, que había empezado a correr, pero apenas pudo llegar al camino, pues el enorme perro se abalanzó contra ella y la tiró al suelo. El terror que sentía era enorme.
-¡Ayuda! ¡Ayuda! – Gritó ella, mientras intentaba escapar del perro. De nuevo el demonio se rió con crueldad, y apareció delante de ella.
-¿Te crees que de esa manera lograrás vencerme?- La agarró de la pechera de su vestido, desgarrándolo -¡Te vas a enterar de lo que le ocurre a cualquiera que intenta escapar de un demonio como yo!
-¡Déjame! ¡No lo vas a lograr! – Gritó ella, aunque su rostro no ayudaba. Realmente sentía puro terror…
-¡ah! ¡Pobre de ti!- El demonio la estrelló contra un árbol, provocándole la inconsciencia. Se desplomó en el suelo, y se quedó allí, inmóvil. El monstruo se acercó y le dio la vuelta.
-¡ah! Sólo está desmayada, menos mal. Creía que la había matado…- Se rascó la cabeza- Creo que seré yo el primero que la… ¡¿Pero, qué?!- Un nuevo dolor agudo le atravesó el abdomen, clavándose certeramente entre dos trozos de coraza, haciéndole daño. El efecto del golpe le hizo desplomarse de rodillas. El demonio miró la flecha con extrañeza, y se la arrancó.
-¡aah…! ¿Quién hay ahí? ¡Sal, cobarde! –Se oyó el ruido de unas pisadas, y al segundo siguiente una risa clara.
-¿Cobarde? Más cobarde eres tú, demonio. No entiendo mucho de los de tu raza, pero creo que tú sirves a una tal diosa de la oscuridad…
-¿Quién eres tú? ¡Sal!- Volvió a gritar el demonio, con una cara horrenda. Se oyó un suspiro.
-Si insistes… vale, saldré, pero no te asustes. –Se oyó el ruido de algunas ramas partiéndose, y un hombre apareció. El demonio le observó un instante.
-¿Quién eres?
macabramente.
-Tú también la buscas, ¿eh?
-¿Perdona?- Susurró el joven, cargando la ballesta – No he oído bien… - Disparó de nuevo al demonio, que estuvo cerca de acertar en la cabeza si no fuese porque lo había esquivado a tiempo. –A esta hermosa dama no la busco. Sólo me ha parecido oírla gritar pidiendo ayuda. –El joven lanzó un grito ahogado y se movió rápidamente de su sitio. Segundos después el demonio había aparecido con una gran espada. Si no se hubiese apartado, le habría aprtido en dos. El demonio volvió a reir.
-Vaaya… chico rápido… ¿Qué clase de cosa eres tú? No eres humano, me lo acabas de demostrar… ¡Agh!- Recibió un nuevo impacto de flecha, esta vez en el pecho. La ballesta apareció ante sus ojos.
-Eso…- Le apuntó a la cabeza con ella. –A ti no te interesa. – Los ojos del joven brillaron, y disparó la ballesta, acabando con el demonio. Se limpió las salpicaduras de sangre del rostro, mentras rebuscaba en la bolsa que llevaba el demonio encima. Encontró un artefacto extraño. Se rascó la perilla mientras lo observaba.
-Hum… De qué me suena esto… ¡oh! – De pronto reparó en la mujer que estaba inconsciente en el suelo. Se acercó a ella.
-Mmm… no se la ve muy herida… - Cogió el brazo que tenía las heridas provocadas por el mordisco del perro infernal y lo examinó. Eran mordeduras corrientes, pero la herida no dejaba de sangrar.
-¿Qué puedo hacer?- Miró la falda del vestido -¡Eso es!- Rasgó una parte de su vestido, hasta conseguir una tira larga de tela, que enrolló en la herida y apretó con fuerza.
-Uh… espero que no se moleste – Sonrió divertido el joven, mientras vendaba el brazo de la mujer- Lo hice por una buena causa… -Miró al cielo. –Ah… pronto amanecerá.- Se apoyó contra el árbol, cerca de la dama, y cerró los ojos. Y así estuvo largo tiempo, hasta que se quedó dormido.
Ella se despertó sobresaltada.
-¡El demonio! ¡ah! – Miró alrededor, pero no vio nada. Se sintió un poco más tranquila.
-¿Dónde habrá ido? Ay…- Miró su brazo, y descubrió que estaba vendado con tela de su propia falda.
-¿eh? ¿y esto? ¿quién…?- Pero al volverse se encontró con el joven, recostado contra el tronco del árbol, durmiendo.
Ella le miró fijamente.
-¿Habrá sido él?- Pensó para sí. –Creo que debería marcharme… - Hizo ademán de levantarse, pero algo le decía que debía quedarse: Le intrigaba saber quién le había salvado… Se acercó curiosa a él, se arrodilló a su lado, y escudriñó su rostro. Su cara no le sonaba, por lo que no debería de ser de la aldea… de repente, el joven abrió ligeramente los ojos, sorprendiendo a la chica, que se irguió, un poco avergonzada.
-¿Mmmm?... Vaya…- Abrió los ojos del todo - ¿Ya te has despertado?- Se estiró – Yo debo de haberme quedado dormido mientras vigila…- Se fijó en los hermosos ojos de la joven – ba… Tú no eres humana. –Dijo de inmediato, sobresaltándose y levantándose. La miró de arriba abajo. Realmente era una dama hermosa.
La mujer también le miró detenidamente, fijándose en sus brillantes ojos amarillos.
-Tú tampoco lo eres.-Susurró ella, amablemente. -¿Eres tú quien me ha salvado?- Preguntó, mientras se llevaba una mano a la herida. El joven sonrió, y recogió la ballesta de donde la había dejado.
-Sí. Pero no te preocupes. He visto cómo te perseguían.- Se colocó la ballesta a la espalda.
-Espera. ¿Quién eres? – Preguntó la bruja, corriendo detrás de él, que ya había comenzado a andar por el sendero que llevaba al exterior del bosque. Se detuvo en seco al escuchar la pregunta. Se giró, y con una sonrisa en su rostro, dijo:
-No creo que todavía debas saberlo.
Y se marchó por el sendero, entonando suavemente una canción.